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Como funcionamos (1)

Vídeo de 5 minutos que expone algunos conceptos básicos de cómo funcionamos.

La novela "Cartas del Demonio a su sobrino", de C.S. Lewis, explica esto con humor inglés.

Texto

Tenemos un cuerpo y una mente.

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Nuestro cuerpo va creciendo con sólo que le echemos de comer.

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Con la mente no pasa lo mismo:

pero no hay un sitio donde nos enseñen a comportarnos mejor, y así, solemos tener títulos de muchas cosas que sabemos, pero seguimos comportándonos de forma muy elemental: como aprendimos de pequeños.

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¿Cómo es un comportamiento elemental?: cuando en nuestra vida, sólo sabemos hacer una cosa: perseguir el placer y huir del dolor.

¿Y qué hay de malo en ello? No es malo, pero así saben comportarse hasta los niños, nosotros los adultos hemos de comportarnos mejor.

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Nuestra mente es como una pizarra donde escribimos:

Si mañana vienen 8 personas a comer, y les doy un cuarto de pollo a cada uno, entonces tengo que comprar 2 pollos.

Lo que ocurre es que, a menudo, otros seres también escriben en nuestra pizarra, en nuestra mente:

Demonio: Voy a pegar a mi jefe.
Ángel de la guarda:Tu jefe confió en ti cuando nadie lo hacía.

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Podemos estar de dos maneras:

  1. O somos dueños de nuestros actos: dueños de los que hacemos (con el cuerpo) y de lo que pensamos (con la mente),

  2. o no somos dueños:

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Dueños de lo que hacemos y pensamos:

Aparte de hacer lo que queremos con el cuerpo (levantar la mano o bajarla), somos capaces de:

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Controlar nuestros pensamientos

Si yo decido en cada momento quien escribe en mi pizarra:

Todos tenemos unos cuantos demonios que nos persiguen: a todos nos sigue el demonio "orgullo", a algunos les persigue el "gula", a otros el "lujuria", etc.

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¿Qué pasa?

Que a menudo no controlamos nuestros pensamientos y en nuestra pizarra escriben todos menos nosotros:

Demonio Gula: Compra ese pastel

Demonio Lujuria: No, mejor, vete de copas esta noche

Demonio Gula: Vale, pero ahora, cómete el pastel

Demonio Lujuria: No, porque no tengo dinero para todo

Nosotros: ¡Qué pesaditos estáis hoy! ¡Cómo sabéis que he cobrado el salario! ¡Anda!, iros a paseo que tengo otras cosas en qué pensar.

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¿Qué hace un buen vendedor mientras habla con un cliente? A la vez que habla o escucha, va pensando:

Dice que quiere un auto grande... le puedo ofrecer una furgoneta.... No, espera un poco,... Pare que tiene dinero... Mejor le ofrezco el coche grande de lujo.

Siempre tiene el control de lo que dice o calla y de lo que piensa.

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¿Qué hace un mal vendedor?

En vez de escuchar al cliente y pensar qué y cómo venderle, se deja llevar por sus demonios, y así, ni escucha, ni piensa cómo venderle mejor:

¡Qué gordo que está! ¡Seguro que no tiene que trabajar tanto como yo! ¡Seguro que sólo viene a mirar! ¡No debe tener otra cosa que hacer en todo el día!

Y, efectivamente, el cliente se va porque el vendedor no le atiende porque estaba "pensando en sus cosas".

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Se trata de ir por la vida haciendo lo que sea, pero sin perder el control.

Mantener el control es lo que algunos llaman: mantenerse "centrado", estar "auto-consciente", etc.

y lo contrario es "perder los papeles", estar "fuera de sí", estar poseído, "llevársele los demonios", "perder el oremus", estar obsesionado, estar "metido en el personaje" (de una película que está viendo),...

Rectificaciones, ampliaciones

El estado deseable se llama "no perder el oremus", es decir, mantener a Dios continuamente como centro de nuestra vida. Los términos citados casi siempre se usan para justo lo contrario (mantenernos centrados en nuestros intereses, no en los de Dios). (Ver más explicación en este artículo).

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Solemos oír a nuestros demonios habituales hablando en primera persona, así, no dicen lo del vídeo, sino:

Demonio Gula: Me voy a comprar ese pastel

Demonio Lujuria: No, mejor, me voy de copas esta noche

Demonio Gula: Vale, pero ahora, me voy a comer el pastel

e, igualmente, nuestro ángel de la guarda:

Ángel de la guarda: Mi jefe confió en mí cuando nadie lo hacía.

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A menudo es fácil distinguir a nuestros demonios de nuestro ángel de la guarda, pero otras veces no lo es tanto, y hay que hacer lo que se llama discernimiento de espíritus.

Esto de los demonios que nos persiguen y nos sugieren pensamientos no es un invento de un servidor:

"no es menester mas para concebir como se forma dentro de nosotros el espíritu diabólico, que entender el modo con que se forman las tentaciones diabólicas. Los demonios que en tanta multitud nos rodean, entran dentro de nuestro cerebro, cuya entrada no les está impedida; y por medio de la conmoción de espíritus mueven ya especies (imágenes, percepciones) de objetos falsos, ya imaginaciones de cosas ilícitas, y las combinan de tal suerte, que nos representan lo malo como muy conveniente, y así nos convidan a abrazarlo. Además de eso penetran el sentido interior, en que reside el apetito sensitivo: y con la agitación de los mismos espíritus y de los humores, despiertan afectos perversos hacia los dichos objetos, y encienden las pasiones pecaminosas. Éstos pensamientos, pues, unas veces falsos, y otras malos, y estas aficiones perversas son puntualmente aquellas propensiones, aquellos impulsos y aquellos estímulos para lo malo, que nosotros llamamos espíritu diabólico. Mas se ha de advertir, que según la doctrina de San Bernardo, cuando el demonio nos asalta por sí mismo, ingiere en nuestros ánimos amargura de espíritu, porque excita entonces pensamientos turbios, afectos inquietos, agitaciones penosas, desconfianzas, caimientos de ánimo, desesperaciones, envidias, odios, rencores, tedios y melancolías de mucho tormento. Cuando empero nos embiste por medio de sus ministros la carne y el mundo, imprime en nosotros espíritu dulce, pero falaz y lisonjero, porque entonces despierta en nuestro ánimo especies y deseos gustosos de placeres, de honores, de preeminencias, de fausto y riquezas, con que nos pinta delante de los ojos del entendimiento una falsa felicidad, que después viene a parar en una verdadera infelicidad temporal y eterna" Discernimiento de espíritus. Scaramelli.


Benditos médicos del seguro (en España) que recetan esto.

En España se puede comprar agua de mar en casi cualquier dietética (por ejemplo, esta), en farmacias (más cara), y en algunos supermercados como éste.

O en esta panadería ecológica que hace el pan con agua de mar y también la vende.

Rezar el Rosario (mejor en latín) es el último y único recurso que nos queda.

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